Los Seres–Pájaro
Bajo el cielo ultraquímico.– Ya hasta los ángeles son ceniza. Ciudad cuyo centro era diamante continuo, ciudad que fuiste la reina del insomnio, ¿cabe pensar que hoy estás vacía, bajo el cielo ultraquímico? En una tarde de palomas apocalípticas, una boca de franca furia se abrió, y el alma de todos fue barrida, y los pies de la vida fueron cortados. Solo quedaron el polvo y la gelatina. Y los pedazos de espejo de los tigres del olvido. Hoy nadie recorre ya tus calles, que son ayeres. Y sin embargo, si ponemos atención, nos daremos de cuenta de un aparecer, allá, en lo lejos: el Nómada.
Habla
el racista.– Entiéndelo:
tu luna y la nuestra nunca serán iguales. Aunque camines mil veces estas calles,
ni hoy ni mañana serás como nosotros. Tienes esa sonrisa, la inocente, la tan
beata: ten por seguro que te haremos padecer. Somos seres pacíficos, no
pugnaces, mas no creemos en tu destierro, en tu venir de otra parte. Maldito el
día en que tocaste nuestras costas. Maldito el día en que comiste nuestras
carnes. Maldito el día en que contemplaste nuestras casas. Por tu bien te
decimos: cierra bien la puerta de tu habitación. Y cuida bien a tus lentos
hijos, pues no tienen gloria, ni ojos azules. Por los nuestros, te escupimos,
ramera oscura.
Las
ciudades.– ¿A qué
ciudades fueron los que huyeron de las ciudades? ¿A qué guaridas fueron los que huyeron de las guaridas? ¿Dónde estás, animal hombre? Cada uno
de tus mapas te ha traicionado.
Suelta
el arma.– Amigo: estás en ese sitio en donde pasado y
futuro se bifurcan. ¿No es un lugar encantador? Lo es, ciertamente. Y estoy de
acuerdo: es un enorme privilegio poder equivocarte de nuevo. Entiendo que es una sensación
inclusive intoxicante. Tal privilegio no durará para siempre, es lo malo.
Tomando en cuenta, bueno, que estás rodeado. Y tomando en cuenta que en este
momento hay siete miras, todas dirigidas a tu cabeza. A lo mejor intento decirte –en
este momento precioso, en este
precioso presente– que soltar el
arma puede, a su modo, ser también un privilegio.
Los
Seres–Pájaro.– Hoy es
una de esas noches: alguien va a
terminar donde los Seres–Pájaro. Al morir esta hora angustiada, un Ser–Pájaro vendrá de lo rojo, y
alguno de nosotros será recogido, como
ha sido desde siempre. Nadie sabe a donde los llevan... Si aún viven... Si ya son
Seres–Pájaro, ellos también... Nadie sabe nada. Y por supuesto que da miedo. Da
mucho miedo. Pero a veces me pregunto si no es de hecho mejor estar allá, entre los Seres–Pájaro,
que aquí, entre los Seres–Serpiente.
La
gota que rebalsó el vaso.– Algo cae. Es la gota. El mundo acaba.
El
círculo.– El escritor
acumula otra página en blanco. Los
esposos vuelven a dar el drama sabido. Los zapatos son atados con idéntico
nudo. La sangre se desplaza por el mismo circuito. La rueda de Chicago continúa
su tedio de siempre. Las aves emprenden su migración circular. Abres el
periódico.
Un
robot está solo.– Un
robot está solo. No sabe del llanto,
pero está solo. ¿Por qué no hablas
un poco, robot, aunque sea con
nadie?
(Buscando a Syd publicada el 22 de marzo
de 2018 en El Periódico.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario