'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Lágrimas de hielo

El frío baja pero sube. Ha sido un tema, en las últimas semanas. Para mí el temor (el temblor) era que cualquiera de estos días el loco del barrio amaneciera tieso en su banca.
           
Lo cual, comprenderán ustedes, nunca es auspicioso.
           
No se precisa ser un escalador del K2 para sentir los rigores del clima. Hasta los propios ticos se han estado muriendo, literalmente, de frío, como leí en no sé qué noticia.  
           
En lo personal, si me quejo escasamente del tiempo, es porque entiendo que hay personas que de veras lo vienen sufriendo.
           
Lo de aquí ha sido nada, vamos. ¿Vieron esas fotos y videos de Massachusetts, después del ciclón bomba? Jaidios. En el norte los carros quedaron enterrados en el hielo y los tiburones petrificados en el agua. No es poesía: fue exactamente lo que ocurrió.
           
Da lo mismo que no hubiese una temporada de Juego de Tronos este año, porque el invierno vino igual. Para mientras el problema evidente es que en el trono US hay un imbécil, llamado Trump, cuyo negacionismo (que falla en comprender las relaciones entre el calentamiento global y estos gélidos sucesos) promete nefastas consecuencias, en nuestra biopolítica planetaria.      
           
Si algo no hay que subestimar es el calor y si algo no hay que subestimar es el frío. Ni siquiera se requieren grandes variaciones: ligeras modificaciones en la temperatura de turno pueden causar significativos daños en esta delicada casa nuestra llamada Tierra. Ya no digamos variaciones mayores, como en el caso de las superglaciaciones, que anularon no pocos depósitos de existencia orgánica.
           
Estos casos magnos sirven mucho para que nos demos cuenta que los dioses invernales son unos grandísimos cabrones. ¿Los hemos visto llorar alguna vez? Nunca. Son incapaces de llorar, porque sus lágrimas son de hielo. Y aún así, el hombre les ha construido todos esos altares.
           
Algunos religiosos, otros tecnoseglares. Pongamos por caso ese chino que no hace mucho congeló a su mujer de cuerpo entero, por la santa intercesión de la Fundación de Ciencias de la Vida Yinfeng. Parece ser que a la cuata la metieron en 2000 litros de nitrógeno líquido, a 190 grados bajo cero, en plan Hans Solo.  
           
Dejando del lado el noble petrarquismo de la empresa, para mí que todo eso de la perservación postmortem es otra forma de pensamiento mágico, esta vez derivada de la fe científica. ¿No era Chesterton quien decía que lo malo de que el hombre dejara de creer en Dios era que estaba dispuesto a creer en cualquier cosa?
           
Henos aquí, haciendo del frío nuestro refugio, nuestro calor. Como esos deprimidos que se hunden en una especie de invierno interior, porque de esa manera no sienten nada. Miran esas hermosísimas imágenes del desierto del Sahara, cubierto de nieve: y no sienten nada. Su sola esperanza, su sola ilusión, es el entumecimiento.
           
Mi mensaje: no se enfríen, amigos. Hasta que el planeta se convierta en una gigantesca planta criogénica queda la responsabilidad de mantener el corazón caliente y las manos tibias. Yo hasta me fui a comprar una tetera eléctrica. A veces, cuando las tardes se ponen frescas, me hago un té de tilo, y pienso en esos nobles poetas y pintores que murieron de neumonía, en callejas infames.    
           
Pobres serotes.


(Buscando a Syd publicada el 18 de enero de 2018 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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