'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Milanesa (1)



El otro día me comí una milanesa. Para muchos no quiere decir mucho, pero para mí es un gran rollo. Lo es porque soy vegetariano. Y soy vegetariano por razones animalistas. No les voy a dar aquí el repaso Okja, pero tal es básicamente mi stand moral. Por ende, en mi caso significa una gran caída ética –una culerada, en corto– el comer carne, especialmente por placer, y más después de todo lo que he venido pontificando sobre el tema. Por mi forma de ser (Uno en el eneagrama) doy mucha importancia a este asunto, como veremos complicado, de la integridad.
           
A la vez me he ido relajando, porque me he dado cuenta de cómo el poder moral es susceptible de degenerar en moralismo, dogmatismo, santurronería. Cosa que hemos visto mucha en el país, últimamente, con la emergencia de los califatos pluralistas y los héroes institucionales y ciudadanos, tan prístinos e inmaculados, tan Incorruptos, pues. Yo desconfío un tanto de esos jergalistas y me consta que muchos son como sepultos blanqueados.
           
Como yo, por demás. Hechas las cuentas kármicas, nunca hemos de salir tan bien parados, como a veces pretendemos. Sea porque colaboramos activamente con alguna forma de transgresión, o por el hecho de formar parte de un sistema que es transgresor en su globalidad y en su interdependencia, y del cual nadie, y digo nadie, escapa. Si pudiéramos medir la huella de integridad como se mide la huella de carbón, nos encontraríamos con cosas muy desagradables.
           
También ocurre que a veces somos muy virtuosos para unas cosas y muy ruines para otras. Puede que un individuo sea muy probo respecto a no robar, mientras engaña día y noche a su esposa. Puede que mantenga un código feminista intachable, pero ignore el trato y muerte que dan a los animales en los campos de concentración cárnicos. Puede que sea un individuo con ciertos principios de llave y cerradura, pero sus clientes o patrocinadores, de quienes recibe dinero, lo sean menos. Etc.
           
Nuestras rupturas éticas no nos impiden evangelizar en Facebook como si no hubiera mañana, acusando a los demás de deficientes morales. Lo cual impone una pregunta: ¿qué tanto derecho tengo a pregonar tanta decencia, con semejante joroba en mi espalda? Soy parte de una batería y ejército de incontables fariseos que, atizados por las redes sociales y la opinión cultiparlista, van creando una atmósfera insufrible e histerizada, en el país y en el planeta. Aunque no tenemos muchas veces el contexto todo y la data entera, somos increíblemente veloces en condenar al otro. 
             
Lo cual es cada vez más difícil, dado que las coordenadas morales han cambiado notablemente. Nuestros antepasados nos dieron soluciones deontológicas solidas, como hierro bruto. Con la modernidad muchas de esas soluciones fueron ampliamente cuestionadas. Lo que llevó a pavimentar la carretera hacia el pluralismo, con sus abruptas transvaloraciones. Hasta el punto que hoy abundan zonas liminales, indeterminadas, flotantes, en donde ya no sabemos si algo –que otrora fuera moralmente claro– es lícito o todo lo contrario.


(Buscando a Syd publicada el 24 de agosto de 2017 en El Periódico.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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