La verga
La verga, tan hermosa. Excepto sí cuando
se pasa de verga. Cuando se vuelve la verga estaliniana, amachante, de quien
dice, en gran indignación, «¡Mi verga!», como si su verga fuera una inexpugnable
fuente de autoridad. Y es que para semejante individuo la verga es la Biblia. En
donde se ve el poder de la verga es en la manera en que la palabra verga, que
es la pija, ha colonizado nuestro idioma, de tantas maneras, afirmativas u
hostiles: «me vale verga», «la pura verga», «qué metida de verga», «me cae en
la verga», «está de la verga», «te voy a dar una vergueada», etc. Aclaro que no
tengo nada contra la palabra verga, que es una palabra pía y muy poética. Tampoco
es que crea que todo sea falocentrado, como reza el feminismo más contractivo.
Pero por otro lado, ¿cómo negar el reinado fatal de la verga? Reinado que da pena,
por demás. Penita que existan tantos hombres que depositen todo su dominio en
un mínimo chirajo de piel y de carne, y procedan a dictar el orden mundial a
partir de ahí. Por supuesto son amos de nada. Esclavos de un calambre
cualquiera. Un calambre que la mayoría del tiempo no es tal, porque no hay
erección que dure cien años ni varón que, como se dice, la aguante. Afirman que
van con la verga dura 24/7, los charlatanes. Mienten. Es simplemente imposible.
Y cuando pasa, es porque se trata de una anomalía, una cosa patológica, a buen
seguro pesadillesca. Es crucial que la verga se relaje. En efecto, la verga se
subdivide en dos tipos de verga: la verga parada y la verga floja, y entre las
dos hacen el ying yang de la verga. Es algo que hasta un simple simio entiende.
En este entendimiento, ¿de qué sirve proclamar un priapismo Marvel? Hay mucha
mentira y mucha superstición en torno a la verga y su poder. Cualquiera puede declarar
lo que sea sobre su hombría, pero ya quiero verlo luchando contra un cáncer grado
4, por ejemplo en la verga. Y luego está claro que la verga del ser humano
palidece en comparación con las vergas de otros mamíferos, el tapir, el
elefante africano... Dicho esto, ni siquiera hay que migrar a otras especies. En
el ámbito de la propia ya se van viendo claritas las diferencias. Uno sabe que
uno tiene una verga modesta porque uno mira de vez en cuando porno, y ahí lo
que se alcanza a contemplar son entes que tienen una verga colosal. Pero siendo
así de grande es bastante diminuta, pues se sigue midiendo en escasos
centímetros. Sin contar que la longitud es un criterio que, con todas sus férreas
prerrogativas, no deja de ser un criterio primitivo. En fin: es lo que hacen muchos
hombres, y no pocas mujeres: vergar. Esto es: crear grandes narrativas alrededor
de la verga. Y a veces ese vergar es llevado a lugares muy oscuros. Como esos
que terminan creyendo que pueden meter la verga donde y cuando quieran. Y a
quienes les prende introducirla donde no les es permitido. No sé como pueden. ¿Cómo
es que la maldad no les aguada la verga? Al contrario: es como si se las
irrigara. Es la verga Sith, hecha de deseos violentos. Desde luego hay otra
verga: la verga Jedi. Es la verga luminosa: poderosa, pero sensible. Con sus
delicadas reacciones, su sangre hecha placer y vida, su intimidad energética. Es
la verga que no se pasa de verga, pues.
(Buscando a Syd publicada el 10 de
agosto de 2017 en El Periódico.)
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