'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







27 puntos

Ya sentada en el food court, recordó la sangre y los alaridos y cómo se tropezó con algún juguete cuando fue a buscar la toalla blanca al baño. Después se la puso a Mateo en la cabeza y la toalla se puso roja, roja y más roja.
           
Pobre Mateo: estaba jugando con Torre, el viejo rottweiler de la familia, en el jardín. Luisa estaba dentro cuando escuchó los gritos colosales de su hijo, y corrió y encontró a Mateo allí pálido, casi ausente, pero histérico: Torre lo había mordido la cabeza. 
           
Pablo también había escuchado los llantos, y en un segundo ya estaba allí, él y luego la Silvita, la muchacha, que se quedó quieta, en shock, como si le hubieran dado un millón de quetzales.
           
Lo bueno es que Pablo sabe manejar una crisis, y rápido encerró a Torre en el cuarto de la lavandería, subió a todos al carro, rumbo a la Emergencia, en donde Mateo fue cosido.
           
27 puntos.
           
Ya de regreso en casa, pasado el susto mayor, pidieron una pizza, para beneficio de Mateo, a quien le encanta la pizza.
           
Luisa estaba dudosa de si llamar a sus padres y decirles que ya no iban a ir a la cena de Nochebuena, pero Pablo terminó convenciéndola de que lo mejor era seguir con el plan original. Sería solo una cuestión de volver temprano a la casa, argumentó. La verdad es que Mateo, a pesar del susto, está aguantando bien, continuó diciendo –y no ir con los abuelos en plena Nochebuena de verdad lo mataría.
           
Entonces Luisa recordó que hacía falta comprar unos regalos y se lo comentó a Pablo y ambos decidieron que ella iría a comprarlos y él se quedaría pues con el pequeño Mateo.
           
Ya en el centro comercial, Luisa compra los regalos en ciertas tiendas clave (y un regalo extra para Mateo, tanto se lo merece) y por fin se sienta en el food court a tomar un café a descansar. Hay un ambiente de urgencia a su alrededor, y las luces navideñas parpadean indiferentes. Luisa piensa en Torre.
           
Vuelve a casa, y Mateo está jugando Playstation, de lo más campante, con la cabeza inflamada, como la de un pequeño Frankestein.
           
Más tarde todos se arreglan para ir a la cena de Nochebuena, incluida la Silvita. Ya en la casa de los abuelos, todos, tíos, primos, escuchan el relato de lo ocurrido en la mañana; horrorizados, abrazan a Mateo. Después llega Santa, y todos convienen que está mucho mejor que el Santa del año pasado. La Silvita está inmensamente feliz de reunirse con la Roberta –la muchacha de los padres de Luisa. En el cielo estallan poderosos fuegos artificiales. También llega el momento de la cena, pero antes dan las gracias al Señor por el pavo (y en ese momento es que Luisa recuerda la sangre, la toalla) y las gracias porque Mateo ha salido bien de su accidente.
           
Termina la cena, vuelven a casa –temprano, como quedó dicho. Mateo va dormidito en el asiento de atrás, al lado de la Silvita, y al llegar Pablo le deposita en su camita, y después va a sacar a Torre del cuarto de la lavandería, en donde se había quedado todo el día encerrado, y Torre está de lo más feliz y juguetón. Luego Pablo se dirige al dormitorio. Luisa lo ha estado esperando.
           
–Hay que ponerlo a dormir –dice ella.
           
–Le puse la pijama y ni abrió los ojos –contesta Pablo.
           
–Me refiero al chucho.
           
A lo lejos estallan más cuetes.


(Buscando a Syd publicada el 10 de diciembre de 2015.)
            

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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