27 puntos
Ya sentada en el food court, recordó la
sangre y los alaridos y cómo se tropezó con algún juguete cuando fue a buscar
la toalla blanca al baño. Después se la puso a Mateo en la cabeza y la toalla
se puso roja, roja y más roja.
Pobre Mateo: estaba jugando con Torre,
el viejo rottweiler de la familia, en el jardín. Luisa estaba dentro cuando
escuchó los gritos colosales de su hijo, y corrió y encontró a Mateo allí
pálido, casi ausente, pero histérico: Torre lo había mordido la cabeza.
Pablo también había escuchado los
llantos, y en un segundo ya estaba allí, él y luego la Silvita, la muchacha,
que se quedó quieta, en shock, como si le hubieran dado un millón de quetzales.
Lo bueno es que Pablo sabe manejar una
crisis, y rápido encerró a Torre en el cuarto de la lavandería, subió a todos al
carro, rumbo a la Emergencia, en donde Mateo fue cosido.
27 puntos.
Ya de regreso en casa, pasado el susto
mayor, pidieron una pizza, para beneficio de Mateo, a quien le encanta la
pizza.
Luisa estaba dudosa de si llamar a sus
padres y decirles que ya no iban a ir a la cena de Nochebuena, pero Pablo
terminó convenciéndola de que lo mejor era seguir con el plan original. Sería
solo una cuestión de volver temprano a la casa, argumentó. La verdad es que
Mateo, a pesar del susto, está aguantando bien, continuó diciendo –y no ir con
los abuelos en plena Nochebuena de verdad lo mataría.
Entonces Luisa recordó que hacía falta
comprar unos regalos y se lo comentó a Pablo y ambos decidieron que ella iría a
comprarlos y él se quedaría pues con el pequeño Mateo.
Ya en el centro comercial, Luisa compra
los regalos en ciertas tiendas clave (y un regalo extra para Mateo, tanto se lo
merece) y por fin se sienta en el food court a tomar un café a descansar. Hay
un ambiente de urgencia a su alrededor, y las luces navideñas parpadean indiferentes.
Luisa piensa en Torre.
Vuelve a casa, y Mateo está jugando Playstation,
de lo más campante, con la cabeza inflamada, como la de un pequeño Frankestein.
Más tarde todos se arreglan para ir a la
cena de Nochebuena, incluida la Silvita. Ya en la casa de los abuelos, todos,
tíos, primos, escuchan el relato de lo ocurrido en la mañana; horrorizados, abrazan
a Mateo. Después llega Santa, y todos convienen que está mucho mejor que el
Santa del año pasado. La Silvita está inmensamente feliz de reunirse con la
Roberta –la muchacha de los padres de Luisa. En el cielo estallan poderosos
fuegos artificiales. También llega el momento de la cena, pero antes dan las
gracias al Señor por el pavo (y en ese momento es que Luisa recuerda la sangre,
la toalla) y las gracias porque Mateo ha salido bien de su accidente.
Termina la cena, vuelven a casa
–temprano, como quedó dicho. Mateo va dormidito en el asiento de atrás, al lado
de la Silvita, y al llegar Pablo le deposita en su camita, y después va a sacar
a Torre del cuarto de la lavandería, en donde se había quedado todo el día
encerrado, y Torre está de lo más feliz y juguetón. Luego Pablo se dirige al
dormitorio. Luisa lo ha estado esperando.
–Hay que ponerlo a dormir –dice ella.
–Le puse la pijama y ni abrió los ojos
–contesta Pablo.
–Me refiero al chucho.
A lo lejos estallan más cuetes.
(Buscando a Syd publicada el 10 de
diciembre de 2015.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario