'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







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Antes dije que tenemos una propiedad afable, amistosa, compañera. Me permito agregar que menos mal: de otra manera ya habríamos sido devorados por completo por la indiferencia, la rigidez, la aspereza, la crítica, la violencia parasitaria.

Aquí hablaré del valor relacional y suavizante de la sensibilidad, vinculado a otros valores como la humanidad, la deferencia, la empatía, la vestal delicadeza o la ternura. Sin educación no hay sensibilidad: la educación e información producen sensibilidad.

Es nuestra sensibilidad la que nos permite estar en conexión –abiertos y receptivos– con el entorno, no solo desde el punto de vista sensorial, sino además afectivo y cultural. Y desde luego sensibilidad también quiere decir imaginación. Consideremos que una sensibilidad plena siempre toma en cuenta la persona como la comunidad.

La sensibilidad social ha sido, en nuestro país, y en gran medida, patrimonio de la izquierda. Estamos hablando en corto de la solidaridad (que es femenina y horizontal) y los derechos humanos. Otro gran aporte de la izquierda nacional ha sido el de la sensibilidad en términos creativos. Así, por ejemplo, muchos de nuestros mejores escritores han sido –abierta o matizadamente– de izquierda. Si no fuera por esa esencial sensibilidad de izquierda, nuestra literatura y seguramente nuestro proyecto intelectual todo estarían en bancarrota.

Pero la derecha también tiene su propia sensibilidad, a veces; estamos hablando del respeto, por el individuo y estamental, una forma de sensibilidad quizá más vertical y masculina. Ese respeto se traduce políticamente como estado de derecho, que a mi modo de verlo es una agenda muy importante, a condición que no lleve una agenda escondida.

La sensibilidad es importante, pero a veces se manifiesta como debilidad en el tóxico sentido de la expresión. A veces somos demasiado blandos: no tomamos las riendas de nuestro destino histórico. A menudo pecamos de hipersensibilidad (por ejemplo, la hipersensibilidad septembrina, nacionalista) y pronto caemos en el folletón victimista. Tanta sensiblería y tanto drama no nos llevarán a ningún lado.


(Columna publicada el 11 de septiembre de 2014.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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