'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Barrancos

Barrancos nuestros y de nadie. Desde el avión se ven barrancos que son hondas cicatrices, gargantas feroces, provocando discontinuidades en la ciudad patibularia.

El barranco –tan parte de nuestro imaginario arrabalesco– es el inconsciente mismo de la ciudad: lo otro de la urbe, su lado misterioso, oscuro y mítico. En ese ensimismamiento, en ese pliegue topográfico, hay una metáfora identitaria, y es una metáfora de abismo y retorcimiento. Todo en nuestro país tiende a embarracarse, hundirse, rebelarse hacia abajo.   

De otra parte, los barrancos son símbolos de vida, por tanta biodiversidad que resguardan, y que lamentablemente está perdiéndose. Hay varias iniciativas –en el dominio privado y público– que buscan devolver la dignidad ecológica y recreacional a nuestros barrancos. De veras las celebro. Yo viví eso de barranquear en mi infancia, en las vacaciones. Qué gozo fue aquello.

Claro, no podemos olvidar que el barranquear es la clase aventajada yéndose a lo hondo y periférico, para volver a la hora de la refac a comer galletas Oreo más vaso de leche. Los que viven en los barrancos no barranquean. Vaya usted a hablarle a alguien que vive debajo de un puente de parques ecológicos; le mirará con tristeza. Para estos sujetos barranquear es que el agua les arranque la casa de lámina.

En estos asentamientos hay vida rica y de barrio pero sobre todo peligro y marginalidad: casas que no son casas, fractalizándose hasta el infinito, bestiabasura, senderillos favelizantes, ya meandros de la droga y la delincuencia, y a menudo y abajo un óleo muy fino que podría llamarse: “Ríachuelo mefítico con cadáver”.



(Columna publicada el 16 de enero de 2013.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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