La palabra cementerio
Además de aquellos autores locales ya repertoriables
en su nómina, como el irrebatible Pérez de Antón, la editorial Santillana absorbe
ahora a autores mucho más recientes, en apuesta apreciable.
Uno de ellos es Arnoldo Gálvez Suárez (1982) quien
presentó hace unas semanas su libro de cuentos La palabra cementerio, como parte de la colección Punto de Lectura.
Aquí, Gálvez Suárez rinde al lector seis cuentos que
ocurren todos en un contexto evidentemente local, pero no incurren en obvios localismos.
Entre estos relatos hay varios memorables,
como el que da título al libro, de lo mejor que se ha escrito en esta tierra–barrio.
Inteligencia narrativa de Gálvez Suárez. Uno se
pregunta quiénes son los autores que le han infundido tanta claridad. Lo mejor
será preguntárselo directamente a él, pero uno siente–intuye para mientras la
presencia, en el código genético de su prosa, de nuestros mejores antepasados (el
Cortázar oblicuo, sugestivo; el Onetti protocolariamente verbal).
Hay que apreciar en Gálvez Suárez muchas
cualidades, la primera siendo la continua preocupación por generar belleza
escrita en la oscuridad sin fondo de sus temas.
Ya todos los guatemaltecos somos parte de alguna oscuridad. Es nuestro medio. Somos como esos peces abisales que desarrollan
mutaciones raras, por falta de luz. En el caso del pez abisal llamado Arnoldo
Gálvez Suárez, uno puede apreciar un rasgo que le hace de temer: segrega una
ironía translúcida, no por ello menos tóxica, con la cual envenena a sus
lectores. Su cuento Piscina, penúltimo
relato del libro, es un ejemplo fuerte de este humor paralizante.
(Columna publicada el 4 de abril de 2013.)
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