Entropía
Puede que esta crisis en América Latina nos oriente por fuerza a
una conversación social más profunda y madura: también es posible que abra el
escenario a nuevas barbaries.
Los síntomas de la entropía, a flor de piel: pérdida de
institucionalidad, dedazos mercenarios, participación/representación insubstanciales,
voto sin voto, teatralidad electoral, manoseo de los legados soberanos, desigualdades
orbitales, inmadurez en las líneas de información (a menudo sujetas a criterios
financiados), diletantismos partidistas, discursos de la amnesia, influencia
del mercado y las multinacionales y consorcios en las decisiones de gobierno (que
repetidamente ignora sus funciones básicas), liderazgos espontáneos no meritocráticos,
intolerancia a la diversidad política, persistencia de pulsiones atávicas
estamentales, ninguna sabiduría o genio comunal para sortear las resistencias
de coyuntura, agresión y represión disfrazados de heroísmo y simetría, promesas
incumplidas de desarrollo… Ni siquiera las formas externas de la democracia –el
modelo electivo de cuatro años– son ya respetadas (Honduras/Paraguay), siendo lo
peor que son irrespetadas… en nombre de la democracia.
La verdad es que ésta no tiene la capacidad de vigilarse a sí
misma, y por tanto asume –más cada vez– rasgos regresivos y arbitrarios. Y es
la democracia misma –modelo acaso parcial pero de ninguna manera deleznable de
inteligencia colectiva– la que está en juego. En este clima de desconfianza, se
erigen victoriosas dos torres pornopolíticas: el populismo carismático, el
particularismo rapaz...
(Columna publicada el 5 de julio de 2012.)
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