'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Hierro muerto

Muy cerca de mi casa de infancia, estaba aquel lugar de chatarra, tan desolado y fantástico.

Había mucho polvo y mucho hierro muerto. Era un paisaje sin brisa, un yermo. Nunca vi allí a nadie. La humanidad entera me hacía el enorme favor de no acercarse –de no estorbar. En ese desierto yo encontraba muerte y libertad.

Todos esos carros difuntos, borneados por accidentes inimaginables, acusados por el tiempo, atacados por la lejía del olvido.

Me encantaba agregar a toda esa devastación más devastación, a toda esa indiferencia más indiferencia. Agarrar a fierrazos los chasises ardientes bajo el sol, los restos mudos de tantos motores sin porvenir, la carrocerías cancerosas, y quebrar windshields –y es que los había para mi gran deleite intactos– y los faros también eran todo un estímulo para mi imaginación destructora. Con la honda –y siempre llevaba honda, con la cuál le tiraba además piedras a los tráilers que pasaban por la carretera cercana, causando un estruendo metálico que me llenaba de una maligna complacencia–, con la honda, decía, me ponía a afinar mi puntería contra, por ejemplo, algún subaru, algún datsun en bancarrota. Aquellos vehículos –sumidos como estaban en una especie de ataraxia mineral– absorbían los piedrazos en silencio.

De semejante marginalidad yo extraía una sensación de omnipotencia. En la chatarra, yo era un rey. Había hecho una monarquía entre aquello mismo que la sociedad desechaba, y por mucho prefería estar en ese mundo tosco que en aquel otro de la filigrana doméstica. Lejos de toda autoridad, y armado con un desprecio arquetípico, me dedicaba a libar de un sol seco y ateo energías inverosímiles. El acto de destruir lo destruido ­–enorme tautología– despertaba en mí las más oscuras pulsiones…


(Columna publicada el 23 de diciembre de 2010.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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