'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El diario y el cordero

Ya he escrito antes sobre el diario personal (El diario o el anillo de Ouroboros), pero sobre el diario personal nunca se puede decir lo suficiente, parece.

Uno empieza a escribir un diario, y el diario lo termina escribiendo a uno. El diario informa cada uno de nuestros pensamientos y actos, reafirmándolos y simultáneamente refinándolos. No es lo mismo tomarse un vaso de leche, a secas, que tomarse un vaso de leche con la perspectiva de consignarlo más tarde como entrada en un cuaderno de bitácora. Lo que hace el diario es ampliar la intensidad de cada momento; básicamente nos enseña a poner atención, indicándonos que cualquier aspecto de nuestro universo es enmarcable y valioso. En el contexto documental de un diario, cada experiencia y cada contacto es potencialmente una experiencia cumbre. De allí que esta práctica sea por completo transformadora, media vez sea llevada con un grado de seriedad. Si es una práctica tan rica es porque nos obliga a generar en nosotros un testigo, y por tanto nos empuja a existir más allá de nosotros mismos, a metaexistir.

En caso fallemos en llevar al regazo del diario algo sublime y valioso seremos castigados por ello. Porque, entiéndanlo bien,  uno es siempre juzgado por el propio diario. Cada entrada representa el mismísimo Día del Juicio. El escritor aquí es un pío personaje que ofrenda su existencia, que entrega su cotidianidad misma en holocausto al cuaderno o blog como un cordero aún vivo chorreando su sangre calientísima.

El diario también es una forma de darle un espíritu de unidad y síntesis a la caótica expresión disgregadora de la vida, recogiéndola en una matriz psicoverbal, una especie de logos latente. Cuando empecé a escribir, empecé escribiendo diarios. Los sigo, los seguiré escribiendo.


(Columna publicada el 17 de junio de 2010.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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