Tecnoalien
Norman Mailer concebía la tecnología como una especie de entidad alienígena demoníaca. “La tecnología, ese espíritu, vino a visitarnos desde lo lejano”, le dijo a Richard Stratton en una entrevista.
Siempre me han gustado las ideas estrafalarias de Mailer. Si son golpes místicos de lucidez o los delirios profesionales de un chiflado, me da completamente igual. Lo importante es ser testigo de lo que una mente no acuartelada puede llegar a generar cuando se le pone una dosis de atención.
En este preciso caso, Mailer se atreve a cortar con nuestros embozados esquemas de lo que es un alien. Por lo general, concebimos a los aliens como personas, ya sea monstruos o depredadores especializados sumamente hostiles, o bien seres etéreos, angelicales y beatos. Ambas opciones no dejan de ser bastante convencionales.
En realidad, un alien no tiene porque ser una criatura: puede ser un elemento químico (y de hecho lo es: el carbono, por ejemplo, presente en todo el universo); podría, por qué no, ser una idea, un virus ideológico residiendo en nuestro contínuo mental. La noción arquetípica del círculo, se me ocurre, podría ser extraterrestre.
Cuando Mailer nos propone que la tecnología es una entidad alienígena nos está dando un enfoque sumamente original y estimulante. Estamos hablando de una invasión callada y exitosa, que incluye por igual el sílex trabajado, los acueductos de Roma, la imprenta, el plástico, o los paneles solares. Pero más allá de los objetos de la tecnología, estamos hablando de la tecnología como un modelo de relaciones psicofísicas que nos desarraiga de nuestro mundo, como bien lo demostró Heidegger en su momento. Verdad es que aunque la tecnología no fuera alienígena, como lo pretende el gran Mailer, de todas maneras seguiría siendo alienante.
(Columna publicada el 15 de abril de 2010.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario