'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Polvo de huesos

Es una de esas frases heráldicas que me acompañan desde siempre, y aún estando conmigo durante múltiples años, nunca ha perdido su filo. Y es:

“Un recién nacido ya es suficientemente viejo para morir”.

O sea que todo bebé, aunque envuelto en novedad, ya por dentro está todo arrugado por la posibilidad de la muerte. Ya está listo para no ser. Visto de una especial manera, ya es un anciano.

La psicología pop nos habla y rehabla del niño interior: esa dimensión de nuestra experiencia psicológica vulnerable, inocente, vibrante, qué se yo. Pero en cambio rara vez nos habla del anciano interior.

Cada uno de nosotros cuenta con uno de ésos, con un anciano interior. Un viejo que va remando inútilmente por los ríos alterados de sus nervios amarillos. A veces, inclusive el gesto solo de alcanzar el control remoto le resulta doloroso y fatigante. Su pellejo es como la página decrépita de un maltratado incunable. Sus uñas expelen toda clase de olores funerarios. De su estómago biográfico cuelgan enracimados los cánceres, las embolias, los alzheimers. Tienen algo de momia arropada en largas vergüenzas. A veces, recuerda con amargura una canción que nadie ha escuchado desde el paleolítico inferior. Si algún prestigio tuvo, ya el olvido se encargó de pillarlo y saquearlo. Procura no estorbar. Pero, naturalmente, estorba. Y, naturalmente, está solo. Y no sabe distinguir entre el azúcar del café y el polvo fino de sus propios huesos.

Al anciano interior uno tiende a meterlo en un geriátrico de mala muerte ubicado en la zona más apartada del alma. Se hace lo que sea, con tal de no ver al viejo. Y nadie nunca toma la tarde para ir a visitarlo, ni le pone música, ni lo tapa con la chamarrita. Un acto de ingratitud, porque cuando seamos ancianos de verdad y estemos a punto de colgar los tennis, él será el último en acompañarnos, y nos dirá muy suave, al oído: te lo dije, te lo dije…


(Columna publicada el 25 de marzo de 2010.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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