Hablar es barato
Además del lago de Atitlán, está asimismo el caso de Amatitlán, que ya en el imaginario colectivo es algo más pretérito que presente, lo cuál no deja de ser conveniente para el imaginario colectivo: en cierta forma, se trata de una cómoda forma de deshacerse de la responsabilidad de salvarlo. Cuando surgió la hidrilla, en el Lago de Izabal, lo que se hizo fue lanzar al agua unas bombas químicas en dobles litros de gaseosa que resolvieron el problema, aunque no queda muy claro a costa de qué. Y escuchaba la otra vez a alguien decir que la laguna de Yaxhá ya se ha visto afectada por problemas ecológicos.
Se requiere, para resolver de estas cuestiones, de una vigilancia ambiental muy determinada. Esta clase de vigilancia nada tiene en común con esos súbitos y festoneados despliegues de consciencia conservacionista que surgen en los medios cada cierto tiempo, y que se van tan pronto como vinieron. Piense usted en esos comedores compulsivos que optan por una dieta exterminadora nacida de una culpa no menos exterminadora, y la dieta les dura apenas unos días y a veces sólo unas cuántas horas, ganando más frustración de la que ya había antes.
Lo importante no es indignarse –lo importante jamás ha sido indignarse– sino cranear con paciencia, y ejecutar fríamente. De lo contrario vamos a terminar convirtiéndonos en caricaturas, algo así como esos judíos separatistas que aparecen en la película de Monthy Python, The Life of Brian, envueltos en discursos incendiarios, pero sin aterrizar nunca una mendiga iniciativa. En Facebook circulan miles y miles de causas todos los días –pontificias, sublimes, hiperbóreas– y todo el mundo se adhiere a las mismas, como si ello bastara mágicamente para activarlas. Eso es ilusión de acción y no acción en sí misma. En inglés hay un dicho: talk is cheap (hablar es barato). Es una gran verdad que, siendo columnista de opinión, conozco demasiado bien.
(Columna publicada el 5 de noviembre de 2009.)
Se requiere, para resolver de estas cuestiones, de una vigilancia ambiental muy determinada. Esta clase de vigilancia nada tiene en común con esos súbitos y festoneados despliegues de consciencia conservacionista que surgen en los medios cada cierto tiempo, y que se van tan pronto como vinieron. Piense usted en esos comedores compulsivos que optan por una dieta exterminadora nacida de una culpa no menos exterminadora, y la dieta les dura apenas unos días y a veces sólo unas cuántas horas, ganando más frustración de la que ya había antes.
Lo importante no es indignarse –lo importante jamás ha sido indignarse– sino cranear con paciencia, y ejecutar fríamente. De lo contrario vamos a terminar convirtiéndonos en caricaturas, algo así como esos judíos separatistas que aparecen en la película de Monthy Python, The Life of Brian, envueltos en discursos incendiarios, pero sin aterrizar nunca una mendiga iniciativa. En Facebook circulan miles y miles de causas todos los días –pontificias, sublimes, hiperbóreas– y todo el mundo se adhiere a las mismas, como si ello bastara mágicamente para activarlas. Eso es ilusión de acción y no acción en sí misma. En inglés hay un dicho: talk is cheap (hablar es barato). Es una gran verdad que, siendo columnista de opinión, conozco demasiado bien.
(Columna publicada el 5 de noviembre de 2009.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario