Las Penúltimas Primarias
Las primarias en EU es algo que ha venido evolucionando mucho, desde Roosevelt. Actualmente, las primarias son todo un espectáculo, una lucha de artistas marciales a lo Ang Lee. No podemos nosotros los guatemaltecos saber del todo lo complejas que pueden llegar éstas a ser, lo inflamables, lo sumamente carbonatadas, lo vertiginosamente cambiantes, siendo las nuestras relativamente burdas. Lo mismo que comparar la escritura cuneiforme sumeria con el lenguaje algorítmico, o con el Ulises de Joyce.
En las primarias de EU las cosas se mueven al minuto. Ganarlas es una cuestión meramente de pinceladas, como lo demostró el reciente, ya acabado, episodio Clinton–Obama. Allí están los contundentes 18 millones de votos –1930 delegados– a favor de la Hillary, pero en las variaciones está el resultado, y si hay algo que Obama posee es el arte de variar. Él en sí mismo es una variación, tiene algo de mutante. Y resultó que la senadora craneal, la sobreviviente del Apocalipsis doméstico, la mujer de la sonrisa implacable, la que quiso para sí el entero hueso de la civilización, perdió las primarias. La Primera Dama quedó en segundo lugar.
Un pionero que pierde ante un conservador queda como un héroe, se da un efecto mártir. Pero un pionero que pierde ante un pionero queda raro. Es posible que un descalabro semejante le rompa el espíritu a la Hillary. Esperemos que no le pase lo que a Al Gore: verse succionada por una agenda interminable de conferencias –en su caso, sobre el sistema de salud, su cuco– y una medallita Nóbel en el regazo. La Primera Dama quedó en segundo lugar.
Por lo menos, dio una lucha feroz. No pronto volverán unas primarias como éstas a los Estados Unidos. Les llamaremos, en honor a la batalla: las Penúltimas Primarias.
(Columna publicada el 12 de junio de 2008.)
En las primarias de EU las cosas se mueven al minuto. Ganarlas es una cuestión meramente de pinceladas, como lo demostró el reciente, ya acabado, episodio Clinton–Obama. Allí están los contundentes 18 millones de votos –1930 delegados– a favor de la Hillary, pero en las variaciones está el resultado, y si hay algo que Obama posee es el arte de variar. Él en sí mismo es una variación, tiene algo de mutante. Y resultó que la senadora craneal, la sobreviviente del Apocalipsis doméstico, la mujer de la sonrisa implacable, la que quiso para sí el entero hueso de la civilización, perdió las primarias. La Primera Dama quedó en segundo lugar.
Un pionero que pierde ante un conservador queda como un héroe, se da un efecto mártir. Pero un pionero que pierde ante un pionero queda raro. Es posible que un descalabro semejante le rompa el espíritu a la Hillary. Esperemos que no le pase lo que a Al Gore: verse succionada por una agenda interminable de conferencias –en su caso, sobre el sistema de salud, su cuco– y una medallita Nóbel en el regazo. La Primera Dama quedó en segundo lugar.
Por lo menos, dio una lucha feroz. No pronto volverán unas primarias como éstas a los Estados Unidos. Les llamaremos, en honor a la batalla: las Penúltimas Primarias.
(Columna publicada el 12 de junio de 2008.)
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