'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Peligroso encuentro con Jabba


Por estos días estoy terminando un nuevo libro, lo cuál en vez de darme el esparcimiento que viene con toda tarea acabada, me inunda de una sensación de pánico: ¿y ahora qué?

Mi problema nunca ha sido la página en blanco. Llenar cuartillas nunca me ha representado ningún problema; es el dejar de hacerlo lo que de veras me angustia: he allí mi horror vacui.

La novela es un cristal creado por el prosista por virtud del cual le resulta más fácil ver el vacío. Retirado ese cristal, la nada adiposa se establece en el cuarto como Jabba the Hutt.

La nada puede ser muy gorda, muy opaca, o por el contrario puede ser muy luminosa. Una dimensión de libertad –miríada bacteriológica de posibilidades– tremendamente enceguecedora. Como si un simple pecador corriese la cortina del Sancta Santorum. Qué impresión acuchillante.

Sería interesante hacer cualquier cosa menos escribir, por el mero espíritu de investigación. Trabajar en Burger King, cortar leña, proxeneta etc. ¿Podría yo cambiar de oficio? ¿O es que volvería urgentemente al lenguaje como el adicto vuelve al crack (la pipa, la piedra, el screener)? Hay tumbas que son gramaticales. Pero es que uno siempre ha tenido ese complejo de minero. Seguir cavando, hasta encontrar el oro. El oro lírico. Lo que pasa es que todo minero digno, buscando el metal sagrado, va dejando los pulmones en ello, la capacidad misma de respirar, de procesar convenientemente la vida. Adviene la pregunta más bien maileriana: ¿y si en lugar de desarrollar mi sensibilidad, la estoy explotando, la estoy machacando, la estoy al fin asesinando?

Lo mejor en tal caso sería callarse. Ingresar a la tercera cámara del templo, empequeñecerse, no decir absolutamente nada, escuchar. Como cuando uno va a Atitlán y se queda viendo el lago, humilde. Así, hasta que un día, el milagro: la palabra delicada, nueva, viva, en surgimiento...


(Columna publicada el 24 de enero de 2008.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Claro, y después del sueño, espero por favor me avises cuando sale el BROLI, para conseguirlo. Hasta pronto... Luis Edgar o Arkangel.

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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