'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El moribundo

Si yo fuera un moribundo me vendría a morir por la noche a una de las bancas de la Plazuela España. Especialmente en estos días navideños, cuando la visten mil millones de luces lúcidas, ojos blancos, poros transpirando harta claridad.

De vez en cuando, me doy mi vuelta por la Plazuela, sí, en donde han emplazado amplis en las cuatro esquinas, con música navideña. Unas familias vienen aquí en las noches, vemos a los niños jugar, entre los árboles, a lo mejor se imaginan parte de un mundo minuciosamente mágico.

No los culpo: es que yo también soy un Evasor. Cuando el blues ciudadano se me mete como un insecto al corazón, salgo a caminar, y así me olvido de todo: de las prebendas, las parcelaciones sociales, de los guatemalos. Cuando me duele amarrarme los zapatos, como al viejo cabrón de Bukowski, entonces me devuelvo al mar de avenidas, me sumerjo en los barrios, con sus sirenas estampadas en el óxido de los portones viejos.

Si yo fuera un desahuciado vendría a olvidar mi muerte a una de las bancas de la Plazuela España (ahora le llaman Plaza España, una transición injustificada, porque su encanto proviene sobre todo de su pequeñez). Permitiría que el aire nupcial de diciembre me invente una armadura, y esperaría que nazcan molinos de viento en la calle Montúfar.

Contemplaría los focos reproducidos de la Plazuela España como Gustav von Aschenbach contemplaba –eternamente– al efebo Tadzio en la película de Visconti, en una Venecia putrefaccionada por el cólera, con Malher de fondo.

Al día siguiente, los limpiadores de la Muni encontrarían a lo mejor un cuerpo bastante congelado, o a lo mejor un hermosísimo cristal, o a lo mejor esa crónica triste del caballero Quijano, pero a mí jamás me encontrarían, porque estaría jugando, entre los árboles, con los niños de la medianoche.


(Columna publicada el 20 de diciembre de 2007.)

1 comentario:

Gabriel Woltke dijo...

mira si yo me fuera a morir, llegaría a parquear el cuerpo al portal del comercio, ¿bukowski? yo me acordaría de el y vagaria por la zona 1 viendo culos... despues me pondria a jugar Rayuela y por supuesto que a mi si me encontrarian. llegaría al cielo y un lustrador le daría brillo a mis zapatos.

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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