Dos en uno
Hay dos en mí.
El primero dice quiero más columnas, y si de él dependiera con gusto se despachaba una diaria, para rabia de sus infamadores.
El otro en cambio ya está como harto de tanta opinión (pues si algo desgasta es la opinión) y a su modo de ver las cosas ni muy siquiera le amortizan como Dios manda. Se repite, con Sartre, que morir no basta: hay que morir a tiempo.
El uno está agradecido por tener cada jueves un arma de 1,500 caracteres para andar disparando por las calles, en plan Hamas, y el otro está a verga de tanta bulla, y con gusto se recluiría en un silencio salingeriano.
Éstas son los pedazos en conflicto, las taifas de la noche interior del columnista.
Hay dos en mí, y ambos poseen sus respectivos seguidores, lo cuál hace de esta guerra intestina algo sobre todo interesante. Por un lado están los fans. No son fans–fans (de esos nunca he tenido), es decir no son fans histéricos, y tampoco son muchos, y son más bien discretos; pero siendo tan discretos aún así mandan a veces mails entregados y sensibles. Da mucho orgullo decir que, por la forma en que escriben, son personas sutiles. Pero luego leo los mails de mis –así llamémosles, para darle dramatismo a algo que no lo tiene– enemigos, y me doy cuento que ellos también son sutiles, que también escriben penetrantemente. Me mandan cartas efusivas que buscan hacerme tambalear. Y a veces me hacen tambalear. ¿Me hacen caer? Oh, no lo creo. Nunca pierdo la elegancia en lo que respecta a estas cuestiones. Pero hay que decir que son malos tiempos para un cronista de liviandades, como yo. No todo el mundo está dispuesto a escucharle a uno sus berrinches.
Dos en uno, y de momento es imposible saber quién ganará la pelea. Todo depende de las energías y los movimientos de la luna. La luna es cosa importante, en esto de escribir.
(Columna publicada el 3 de enero de 2008.)
El primero dice quiero más columnas, y si de él dependiera con gusto se despachaba una diaria, para rabia de sus infamadores.
El otro en cambio ya está como harto de tanta opinión (pues si algo desgasta es la opinión) y a su modo de ver las cosas ni muy siquiera le amortizan como Dios manda. Se repite, con Sartre, que morir no basta: hay que morir a tiempo.
El uno está agradecido por tener cada jueves un arma de 1,500 caracteres para andar disparando por las calles, en plan Hamas, y el otro está a verga de tanta bulla, y con gusto se recluiría en un silencio salingeriano.
Éstas son los pedazos en conflicto, las taifas de la noche interior del columnista.
Hay dos en mí, y ambos poseen sus respectivos seguidores, lo cuál hace de esta guerra intestina algo sobre todo interesante. Por un lado están los fans. No son fans–fans (de esos nunca he tenido), es decir no son fans histéricos, y tampoco son muchos, y son más bien discretos; pero siendo tan discretos aún así mandan a veces mails entregados y sensibles. Da mucho orgullo decir que, por la forma en que escriben, son personas sutiles. Pero luego leo los mails de mis –así llamémosles, para darle dramatismo a algo que no lo tiene– enemigos, y me doy cuento que ellos también son sutiles, que también escriben penetrantemente. Me mandan cartas efusivas que buscan hacerme tambalear. Y a veces me hacen tambalear. ¿Me hacen caer? Oh, no lo creo. Nunca pierdo la elegancia en lo que respecta a estas cuestiones. Pero hay que decir que son malos tiempos para un cronista de liviandades, como yo. No todo el mundo está dispuesto a escucharle a uno sus berrinches.
Dos en uno, y de momento es imposible saber quién ganará la pelea. Todo depende de las energías y los movimientos de la luna. La luna es cosa importante, en esto de escribir.
(Columna publicada el 3 de enero de 2008.)
3 comentarios:
vaya que la luna, rige el doble ser interno
puedo ser y no ser lo que pienso
a lo mejor y existo
Muchas gracias por tus comentarios, si puedes échale un ojo al artículo en www.lunaparkxela.blogspot.com, te han metido en el juego, quién sabe por qué. Y la opinión desgasta, demasiado a decir verdad. Son ratales. d.
Así es, Diego: Totus mundus agit histrione. m.
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