Lo necesario
Manoseada, pervasiva, leucémica, proliferante metáfora, sucia moneda de cambio en los flujos discursivos, Pamela Anderson de las coartadas políticas: el terrorismo como alibi rosado que los jefes de Estado utilizan ya sin pudor para perpetrar los peores (es decir los propios) terrorismos. El caso de Pakistán, el caso de Musharraf, quien soltó bradburyanamente sus sabuesos mecánicos a hurgar tal imprenta y abolir tal canal, en nombre de la democracia (“aumento visible de las actividades de los extremistas”). Pero la democracia –si entendemos por democracia a Condoleezza Rice– no mira a Musharraf con ojos buenos, esta vez. En el mar de los financiamientos, la indignación empieza a derramarse (La Haya).
Sépase aquí que la prensa es un enemigo en diferido: el auténtico, directo rival siendo el Tribunal Supremo, y su cohorte de abogados. ¿Cuánto tardará esta situación? “Lo que sea necesario”, se ha dicho, y para mientras, hay un cruzar de furgonetas por las calles convulsivas. La cantidad de arrestos (“preventivos”) es horrífica.
Cuando un líder da un segundo golpe es que ya se trata de un dictador. A base de trituraciones, Musharraf ha engendrado un picadillo político que no admite nomenclaturas, que no se adapta a ningún orden, que no cuadra con ni mierda.
Con la Constitución en llamas, y la Bolsa en crisis, el repudio de sus aliados, y un afianzarse de todos los maximalismos, no puede esperarse mucha conmiseración para Musharraf por parte de la historia. Queda demostrado cómo las compensaciones in vitro terminan siempre siendo tiros por la culata. Es como una cuarenta y cinco olvidada en una mesa rodeada de ishtos. Algunos muy ansiosos por enviar a sus vecinos encíclicas nucleares, por demás. Es parte de lo mismo, parte de lo necesario, dirán.
(Columna publicada el 8 de noviembre de 2007.)
Sépase aquí que la prensa es un enemigo en diferido: el auténtico, directo rival siendo el Tribunal Supremo, y su cohorte de abogados. ¿Cuánto tardará esta situación? “Lo que sea necesario”, se ha dicho, y para mientras, hay un cruzar de furgonetas por las calles convulsivas. La cantidad de arrestos (“preventivos”) es horrífica.
Cuando un líder da un segundo golpe es que ya se trata de un dictador. A base de trituraciones, Musharraf ha engendrado un picadillo político que no admite nomenclaturas, que no se adapta a ningún orden, que no cuadra con ni mierda.
Con la Constitución en llamas, y la Bolsa en crisis, el repudio de sus aliados, y un afianzarse de todos los maximalismos, no puede esperarse mucha conmiseración para Musharraf por parte de la historia. Queda demostrado cómo las compensaciones in vitro terminan siempre siendo tiros por la culata. Es como una cuarenta y cinco olvidada en una mesa rodeada de ishtos. Algunos muy ansiosos por enviar a sus vecinos encíclicas nucleares, por demás. Es parte de lo mismo, parte de lo necesario, dirán.
(Columna publicada el 8 de noviembre de 2007.)
6 comentarios:
Compadre, que onda, como te va. Te escribe Cristian, aquí visitandote de nuevo. Fijese men que le quiero platicar de algo pero no tengo tu tel, no se si alguien de los que conocemos en común lo tenga y si se los puedo pedir, o igual escribime si podes, al correo: cristian.ozaeta@gmail.com, Gracias men, orales.
Puta Maurice, vos escribís siempre con extasis o los que te publican son los drogos?
Das como lastima...
Saludos.
Pero el terrorismo es un mal invento estético de Walt Disney, es el nuevo comunismo, es verdaderamente asqueroso; lo peor es que hay cándidos observadores de sí mismos, quienes aún tienen el tino de llamarse la opinión pública, esa manoseada metafísica del pueblo, terrible opinión impersonal perdida en el Uno, demasiada algarabía...
Un poco más personal te digo que es un verdadero gusto leer la recopilación de tus columnas, Maurice.
Diego
Que el terrorismo exista realmente es secundario; lo que a la Historia le importa es el paradigma, pues a base de paradigmas es que huye de su propia aniquilación. m.
Me sentí como Stephen Dedalus cuando le azotan cinco reglazos, en apariencia por no llevar las gafas.
Y bueno, al final del juego la historia es de quien la escribe. Eso de la versión verdadera es como creer que el Dios católico es el único entre los dioses. Existe un terrorismo (propio) latente, asqueroso.
El meollo de este cuento (jeje, me salió bordado diría Cela) es la bendita opinión pública. Los periódicos hablan sin parar del terrorismo y de pronto siento que estamos jugando con una pistola metafísica, que luego dispara balas bien concretas, balas que te revientan los sesos.
d.
Concuerdo.
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