Monocromías
No me ahuevo. Mi felicidad no depende del Estado.
Una convicción que no me impide votar–participar. El domingo pasado me levanté y dirigí a la ventana: un día esplendoroso: un día perfecto para votar por una dama. Y eso fue lo que hice.
Y eso fue lo que todos no hicieron. Lo cuál es muy revelador y muy claro: señaliza exactamente en qué clase de país uno respira.
Decir respirar es un decir, para las mayorías. Por tal cosa es que ya estoy preparando un gran zero de segunda vuelta, incluso un antivoto, en el cuál siempre además he creído. He allí un auténtico derecho. Supongo que no soy ningún “héroe de la democracia”.
Mi felicidad no pende ni depende del estado, pero siempre se da eso que es la ilusión, un deambular o sextear en zonas secretas de esperanza. Y para mí que la esperanza tiene color.
Una jornada: es todo lo toma para que se retotalice la dimensión del no–color. Yo digo: los que no tienen color, que agarren. Que se pongan colorados, quiero decir. Que tengan vergüenza, vamos. Pero ya en la tarde de domingo, estaban cayendo otra vez los mameyazos de agua, se reintrodujo el gris en las cosas. El sufragio universal no quiso sino ser esa traslación ausente.
La verdad es que a mí Colom siempre me ha parecido un poco pálido y mortuorio, especialmente en su forma de hablar. Y me parece que a eso se debe su arrasamiento electoral (27.01%, dice el diario). He estado pensando en que debería ponerse eye–liner, pintarse las uñas de negro, y pasarse a gótico de tiempo completo. Es el aire de los tiempos.
Elecciones generales o daltonismo total. Se dice que los daltónicos pueden ver mejor los objetos camuflados, y creo que podemos elevar eso a evidencia colectiva: una evidencia colectiva de 25.00%, para Otto Pérez Molina.
Como que ya viene siendo hora de inscribirse a esas clases de acuarela.
(Columna publicada el 13 de septiembre de 2007.)
Una convicción que no me impide votar–participar. El domingo pasado me levanté y dirigí a la ventana: un día esplendoroso: un día perfecto para votar por una dama. Y eso fue lo que hice.
Y eso fue lo que todos no hicieron. Lo cuál es muy revelador y muy claro: señaliza exactamente en qué clase de país uno respira.
Decir respirar es un decir, para las mayorías. Por tal cosa es que ya estoy preparando un gran zero de segunda vuelta, incluso un antivoto, en el cuál siempre además he creído. He allí un auténtico derecho. Supongo que no soy ningún “héroe de la democracia”.
Mi felicidad no pende ni depende del estado, pero siempre se da eso que es la ilusión, un deambular o sextear en zonas secretas de esperanza. Y para mí que la esperanza tiene color.
Una jornada: es todo lo toma para que se retotalice la dimensión del no–color. Yo digo: los que no tienen color, que agarren. Que se pongan colorados, quiero decir. Que tengan vergüenza, vamos. Pero ya en la tarde de domingo, estaban cayendo otra vez los mameyazos de agua, se reintrodujo el gris en las cosas. El sufragio universal no quiso sino ser esa traslación ausente.
La verdad es que a mí Colom siempre me ha parecido un poco pálido y mortuorio, especialmente en su forma de hablar. Y me parece que a eso se debe su arrasamiento electoral (27.01%, dice el diario). He estado pensando en que debería ponerse eye–liner, pintarse las uñas de negro, y pasarse a gótico de tiempo completo. Es el aire de los tiempos.
Elecciones generales o daltonismo total. Se dice que los daltónicos pueden ver mejor los objetos camuflados, y creo que podemos elevar eso a evidencia colectiva: una evidencia colectiva de 25.00%, para Otto Pérez Molina.
Como que ya viene siendo hora de inscribirse a esas clases de acuarela.
(Columna publicada el 13 de septiembre de 2007.)
3 comentarios:
Buenisimo!!
Y si no es de acuarela, al menos de pintura con los dedos...
Oh sí. m.
Jaja muy buena eso de que se tenga que pintar las uñas, si como que de pronto nos parece que estamos frente a las televisiones Toshiba a blanco y negro verdad?.
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