'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Medalla de plata

La semana pasada, allí estaba Heidi Juárez en portada del diario, medalla de plata, representando.

Se me vinieron a la memoria todas esas imágenes de infancia, cuando yo hacía tae kwon do –incluso arribé a la cinta azul con grado. Pero debo decir que cabalito antes de conquistar la negra deserté –honrando así para siempre al perdedor que llevo dentro. Ahora les cuento la historia.

El dueño del gimnasio era un coreano buena onda, y en teoría una máquina de las patadas (pero aún siendo una máquina de las patadas llevaba consigo siempre una gran pistola bien niqueladita, que de tanto en tanto me mostraba, para mi éxtasis, y que ocupaba jerarquía de precedencia, asumo yo, a la hora de los vergazos).

Era un coreano buena onda pero también tenía su parte jodida. Llevaba un gran bate, y cuando no completabas una serie de ejercicios, te lo soltaba encima del pie, dejándote los dedos, las uñas, de un color violáceo violento. También practicaba eso de hacer dos filas con todos los del gimnasio, y vos tenías que pasar en medio, a que te sacaran las miserias, a puros patines. De vez en cuando nos hacía pasar –a todos por igual– a las duchas, pero vestidos. Era un coreano buena onda.

Cierto día, estaba yo jugando con un cuate, en mi casa, y el asunto es que sin querer me pegó un cabezazo, dejándome el ojo mal. Cuando el lunes llegué al gimnasio, el coreano me preguntó qué había pasado, y yo me inventé una de vaqueros, diciéndole que me habían agarrado entre cuatro en el colegio, por apantallar. Y él me dijo:

–¿En el colegio? A la salida los agarramos.

Lo cuál, comprenderán, me puso en una situación harto incómoda. Lo vergonzoso del asunto es que antes que decir la verdad, opté por salirme del gimnasio.

Por demás, así comenzó mi oficio de escritor, que no es otra cosa que el oficio de mentir. Yo también quiero la de plata.


(Columna publicada el 26 de julio de 2007.)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

por tu honestidad y mentiras te ganaste la de oro! increible la forma en que nace un escritor, todo origen parece partir de las mentiras...

Maurice Echeverría dijo...

Las propias, las esquizofrénicas mentiras...

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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