Todo ese silencio
Todo ese silencio. Toda esa humedad que es la sarna de los muros. Los gallos degollados de la piedra. En templos y calles, el mismo pálido ángel, arrastrándose. La Antigua. Sus ruinas. De algo siempre metáforas.
Estuve el fin de semana en la vieja ciudad colonial, en algunas actividades del Festival Paiz. Qué lugar prácticamente inagotable. Harán falta otros mil Brañas, otros mil Cardozas, para empezar a rascar solamente toda esa sustancia lírica, diseñada por santos ciegos en el otro lado de los mundos. Empachado de grietas, envenenado de zaguanes, herido de hierros, voy como baleado, zigzagueante, vomitando los coágulos blancos del asombro. En la Antigua se interseccionan tiempo y eternidad, espíritu y muerte. Y por eso yo quiero: volver siempre, que me arranquen la cabeza, que la exhiban desde la iglesia más alta, para que la vean, hormigueantes, los turistas, los zanates.
No sólo como poeta me parece estimulante La Antigua. También como novelista. Siempre quise hacer una novela que transcurriera en La Antigua del siglo XVIII; Francisco Pérez de Antón lo hizo primero, así que no me quedaron ganas. Es que me parece que Guatemala está tan inexplorada, narrativamente, que es casi deber para los escritores no empoltronarse en las mismas coordenadas. Es como el far west: un territorio vasto, un perímetro incansable; la ley es lo inédito.
Ok. Se me quitaron las ganas de hacer una novela que transcurra en La Antigua del siglo XVIII, pero no así las ganas de hacer una novela que transcurra en La Antigua, a secas. Y si el Gran Cínico me da vida y salud (sobre todo mental, que es la que más me preocupa, a estas alturas) llevaré a cabo alguna novela que le haga honor a esta ciudad que por demás no tiene nada, es decir ni mierda, que envidiarle a Venecia.
(Columna publicada el 15 de febrero de 2007.)
Estuve el fin de semana en la vieja ciudad colonial, en algunas actividades del Festival Paiz. Qué lugar prácticamente inagotable. Harán falta otros mil Brañas, otros mil Cardozas, para empezar a rascar solamente toda esa sustancia lírica, diseñada por santos ciegos en el otro lado de los mundos. Empachado de grietas, envenenado de zaguanes, herido de hierros, voy como baleado, zigzagueante, vomitando los coágulos blancos del asombro. En la Antigua se interseccionan tiempo y eternidad, espíritu y muerte. Y por eso yo quiero: volver siempre, que me arranquen la cabeza, que la exhiban desde la iglesia más alta, para que la vean, hormigueantes, los turistas, los zanates.
No sólo como poeta me parece estimulante La Antigua. También como novelista. Siempre quise hacer una novela que transcurriera en La Antigua del siglo XVIII; Francisco Pérez de Antón lo hizo primero, así que no me quedaron ganas. Es que me parece que Guatemala está tan inexplorada, narrativamente, que es casi deber para los escritores no empoltronarse en las mismas coordenadas. Es como el far west: un territorio vasto, un perímetro incansable; la ley es lo inédito.
Ok. Se me quitaron las ganas de hacer una novela que transcurra en La Antigua del siglo XVIII, pero no así las ganas de hacer una novela que transcurra en La Antigua, a secas. Y si el Gran Cínico me da vida y salud (sobre todo mental, que es la que más me preocupa, a estas alturas) llevaré a cabo alguna novela que le haga honor a esta ciudad que por demás no tiene nada, es decir ni mierda, que envidiarle a Venecia.
(Columna publicada el 15 de febrero de 2007.)
1 comentario:
flecha izquierda
to san felipe...
Supongo la Iglesia más alta es San Felipe, por lo menos así se percibe por ser la única gótica(pequeña gótica)
aca vivo...
esmerildo podría ser un buen personaje... abcs le llevo un suéter o comida, tenía miedo k me pegara o reaccionara violento... pero bueno, me cuesta entenderle pero también soy breve en mis pláticas...
tendrías que conocerlo...
to san felipe...
23 años viviendo aca
siempre me preguntan k tal el frío de la antigua?
es tonto yo siento igual el clima que en guatemala ciudad
azul secandose...
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