Diez y ocho ojos
No conviene a ningún escritor tener amigos escritores, esposa escritora, chucho escritor, pasarse la vida en presentaciones de escrituras, poseer un blog escritural, escribir sobre escritores que escriben sobre escritores que escriben sobre ellos... Toda esa autorreferencialidad… Es claramente incestuoso, hermorroidal... Neruda cuenta en sus memorias de cómo se encerró en un cuarto porque otro poeta le gritaba sus propios versos: al tremendo chileno le resultaba enfermo hacer poesía para otros poetas. La literatura separada de la vida…
Por lo mismo procuro que mis amigos no sean escritores, y en la medida de lo posible, artistas en general. Los artistas son más inhumanos e insensibles de lo que suele pensarse. Debajo de todas esas propuestas artísticas tan grandiosas para salvar a la humanidad del Mal y del Tedio, hay a menudo una bayoneta esperándote, una verdadera bayoneta de Guerra de Secesión. Y nunca te preguntan por tu familia. Sólo hablan de libros y de ideas, cíclicamente, en tono de capellán.
Aléjate de los poetas, oh sí: te romperán el corazón.
Pero uno tiene sus debilidades… La semana pasada estuve en la presentación del libro Las palabras y los días, de Julio Serrano, un ente más bien querible, casi no parece escritor. Lo conocí cuando me invitó hace unos años a leer poemas a Quetzaltenango, cosa que hice, frente a un maravilloso grupo de niños. O sea que Julio es de Xela, con todo lo que eso significa. Para un poeta talentoso y con nociones de vida como él, puede convertirse en una experiencia bastante retadora: traspasar todo ese volumen de iniquidad creativa, enfrentarse a monstruos de diez y ocho ojos y una veintena de narices, y aún hacer versos tristes, bellos… Ojalá no se lo harten los libros.
(Columna publicada el 27 de julio de 2006.)
Por lo mismo procuro que mis amigos no sean escritores, y en la medida de lo posible, artistas en general. Los artistas son más inhumanos e insensibles de lo que suele pensarse. Debajo de todas esas propuestas artísticas tan grandiosas para salvar a la humanidad del Mal y del Tedio, hay a menudo una bayoneta esperándote, una verdadera bayoneta de Guerra de Secesión. Y nunca te preguntan por tu familia. Sólo hablan de libros y de ideas, cíclicamente, en tono de capellán.
Aléjate de los poetas, oh sí: te romperán el corazón.
Pero uno tiene sus debilidades… La semana pasada estuve en la presentación del libro Las palabras y los días, de Julio Serrano, un ente más bien querible, casi no parece escritor. Lo conocí cuando me invitó hace unos años a leer poemas a Quetzaltenango, cosa que hice, frente a un maravilloso grupo de niños. O sea que Julio es de Xela, con todo lo que eso significa. Para un poeta talentoso y con nociones de vida como él, puede convertirse en una experiencia bastante retadora: traspasar todo ese volumen de iniquidad creativa, enfrentarse a monstruos de diez y ocho ojos y una veintena de narices, y aún hacer versos tristes, bellos… Ojalá no se lo harten los libros.
(Columna publicada el 27 de julio de 2006.)
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