Razones para un libro
Tengo escritos
unos treinta libros hasta la fecha. ¿Por qué los he escrito? La escritura viene
a ser una forma de servicio, pero definitivamente hay otras razones. Podría
decirse que muchos de mis libros nacieron de un llamado oracular y superior (alguna
visión literaria demandaba una partera, y la partera resulté siendo yo). Otros
libros fueron escribiéndose desde la pura sincronicidad y el puro misterio. Eso
que comúnmente llaman inspiración. A veces mis textos se constituyeron como el
reflejo necesario para toda suerte de espejos profundos y afligidos.
Instrumentos, entiéndanlo, para la catarsis y el exorcismo. Una manera de volver
a conversar con esos demonios hiperreales. También los escribí para procesar o
documentar una experiencia determinada, personal o colectiva, que requería
carne de palabra. O para ver algo de cerca, explorar–investigar cierta zona de
la realidad. Asimismo la literatura me ha servido para nivelar un tema, un
razonamiento. Por supuesto, para cumplir con el llamado creativo, inventivo y
poético –cumplir con el rasgueo. Experimentar, dar rienda suelta al play. Deambular
en los barrios bajos del corazón y los afectos. Y amar y decir el amor –el
negro amor. Cantar esas gráficas batallas perdidas... Ciertos manuscritos
fueron el resultado de una necesidad literaria calculada y estratégica. Además
hay libros que se dieron como actos de resistencia ante el mundo, bajo la
bóveda feroz de los bombarderos. La expresa manera de lidiar con lo terrible y
no meterse una escuadra en la boca y apretar el gatillo. Libros que son como un
borracho que no sabe quién es y a dónde va, tantea las paredes, tumba todo. Otros
libros se escribieron por disciplina y por inercia. Por el placer tetón de
narrar. Están los que fueron escribiéndose solos y se construyeron sin
esfuerzo, casi por accidente. Y están los que hice simplemente por dinero.
(Buscando a Syd publicada el 10 de noviembre
de 2016 en El Periódico.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario