Prosas cabareteras
Si mis cálculos están correctos, Buscando a Syd cumple este año una década de respirar. Estas
columnas, estas prosas cabareteras, me han dado un pequeño público, una pequeña
voz.
Uno viene a entretener. Uno es como Panchorizo haciendo sus malabares.
En mi caso, malabares gramáticos. Los columnistas no podemos perder de vista
nuestro rol bufón en los diarios. De lo contrario, corremos el riesgo de alucinar
que el curso kármico de la nación recae sobre nuestros hombros, una superchería
absoluta. Odiosos esos periodistas que tienen el arquetipo héroe subido hasta
la coronilla y redactan sus columnas con escalofriante solemnidad mesiánica, un
moralismo insufrible y un analretentivismo ideológico que les va a traer en el
futuro problemas de salud. Consciente o inconscientemente, se han adjudicado la
labor de salvadores en todas sus actividades periodísticas, y este complejo
crístico les pudre el estilo, o a lo mejor ya lo tenían podrido desde siempre. En
las redes sociales, hay entidades equivalentes que ya ni llegaron a
periodistas, y nunca, pero nunca, cierran el hocico. Es que no paran de alegar.
Mejor sería aceptar de una buena vez la naturaleza cabaretera de
nuestro oficio. Ideas y adjetivos. Estamos aquí para amenizar. Cuando me estoy
poniendo demasiado solemne en Buscando a
Syd, trato de cortar de tajo con una mínima imbecilidad, un toque levemente
Poncela, que vodevilize nuevamente mi atmósfera columnística, y me recuerde mi identidad
charlatana y corcovada, la de un fantoche clown que saca retruécanos patéticos
de un sombrero añejo ya.
(Columna publicada el 1 de marzo de 2012.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario