Polígamos en la tele
A menudo se tiende a confundir poligamia y promiscuidad: en ciertas mentes, todo aquello que desafía la noción unitiva tradicional es necesariamente sucio, y en cierta medida caótico, demoníaco. Por lo mismo, la poligamia busca abrirse lugar en las conciencias separándose con vehemencia de otras prácticas combinatorias más decididamente sexuales (swingers, sex clubs).
Como en todo movimiento de liberación, primero hay un arrebato poético, un pronunciarse; luego un enfoque político; y más tarde, talvez, un efecto de discriminalización.
Estamos viviendo la fase poética de la poligamia, aún de un modo embrionario, velado incluso, pero ya una energía, una radiación dejó sentir su presencia. Dos síntomas televisivos de esta radiación: Girls of the Playboy Mansion (más allá de su aspecto naïf y estúpido, este show es un poderoso cristal cultural) y por supuesto Big Love, de HBO.
Ninguno de los dos shows promueve el desenfreno o la orgía directa: ni siquiera Girls of the Playboy Mansion –contra todas las apariencias– que no pasa de una casi cándida, por demás necesaria –dada la naturaleza del show– retórica erótica. Al contrario, la presencia de Hugh Hefner es la de un caballero muy entregado, cariñoso, y ordenado. Se puede argumentar que todo ello no es más que un frontispicio. Lo cuál de todas maneras, para fines prácticos, sociológicos, no tiene relevancia.
Y está Big Love, que explora con gran honestidad los conflictos emocionales y espirituales que se dan en el seno de una familia mormona fundamentalista. Todos los personajes de la serie están establecidos en una lucha de sentido, en torno a la situación que les ha tocado vivir. La moralidad, en este sentido, es un fuerte componente de la serie.
(Columna publicada el 27 de septiembre de 2007.)
Como en todo movimiento de liberación, primero hay un arrebato poético, un pronunciarse; luego un enfoque político; y más tarde, talvez, un efecto de discriminalización.
Estamos viviendo la fase poética de la poligamia, aún de un modo embrionario, velado incluso, pero ya una energía, una radiación dejó sentir su presencia. Dos síntomas televisivos de esta radiación: Girls of the Playboy Mansion (más allá de su aspecto naïf y estúpido, este show es un poderoso cristal cultural) y por supuesto Big Love, de HBO.
Ninguno de los dos shows promueve el desenfreno o la orgía directa: ni siquiera Girls of the Playboy Mansion –contra todas las apariencias– que no pasa de una casi cándida, por demás necesaria –dada la naturaleza del show– retórica erótica. Al contrario, la presencia de Hugh Hefner es la de un caballero muy entregado, cariñoso, y ordenado. Se puede argumentar que todo ello no es más que un frontispicio. Lo cuál de todas maneras, para fines prácticos, sociológicos, no tiene relevancia.
Y está Big Love, que explora con gran honestidad los conflictos emocionales y espirituales que se dan en el seno de una familia mormona fundamentalista. Todos los personajes de la serie están establecidos en una lucha de sentido, en torno a la situación que les ha tocado vivir. La moralidad, en este sentido, es un fuerte componente de la serie.
(Columna publicada el 27 de septiembre de 2007.)
2 comentarios:
a big love nunca le cai. despues de ver angeles en america no crei que pudiera venir algo mejor...
otras dos series que valen la pena para pensar en todo este asunto bien serian o NAKED WILD ON con todo y esa su pinta de ritual neo-dionisiaco que se carga (valdria la pena examinarla no por su calidad, sino por lo qu proyecta) y por supuesto una propuesta de cinemax, sexo urbano.
salud
A mí también me pareció extraordinaria Angels of America. Recuerdo haber llorado con el último capítulo, me destapó algo adentro... m.
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